James Dean es un tipo de treinta años que aún va al instituto. Su padre es un calzonazos con diploma y su madre una petarda, y ambas cosas atormentan al pobre muchacho lo indecible, de modo que se mete en líos tales como empinar el codo y armar bulla, por lo que los progenitores se mudan contínuamente de ciudad, no sé si porque no quieren que le partan la cara o porque creen en las teorías del cambio de ambiente. La verdad es que a James Dean lo que le hace falta es un par de guantazos psicoanalíticos (metafóricos) y cuatro reales porque en realidad lo que le pasa es que es un ñoño que no quiere ni estudiar ni ná. En uno de sus múltiples visitas a la Comisaría de Delitos Juveniles (sic) por haberse puesto piripi conoce a Natalie Wood, que en apariencia tiene un asunto muy turbio y muy incestuoso con su padre, y consume sus días deambulando con los más macarras y zoquetes del insti. La atracción es inmediata y el tercero en discordia será Sal Mineo, un descerebrado de aspecto aniñado que salda los rencores con sus padres (que con mucho criterio lo tienen abandonado al cuidado de una nodriza negra) liándose a tiros con cachorros (????!!!) y desarrollando una obsesión malsana con James Dean, no sabemos si en plan "quiero ser tu hijo" o algo abiertamente gayer. El contexto de este trío de merluzos es que James Dean se enfurruña con los malotes, y después de varias escenas absolutamente descacharrantes de navajazos modalidad "sólo la puntita", carreras de coches suicidas hacia acantilados y muertes resultantes de lo anterior, resulta que son objetivo prioritario para los macarras, para apalizarlos o lo que surja. Lo que me admira es que James Dean hace toda suerte de estupideces con la excusa de que su papa no es un buen ejemplo, que es un calzonazos y que no sabe orientar a su hijo con firmeza: es decir, que no lo muele a golpes como claramente merece. El caso es que al final Sal Mineo se pone muy loco sin una razón convincente, mata a uno de los cabronías y acaba abatido como un miembro de minoría por la policía, para desesperación de James Dean que no pudo salvarle de sí mismo.

En resumen: anda que no hay clásicos para tener que ver éste...