Después de verla por segunda vez (no me pregunten el porqué), he de decir que me ha parecido una película realizada con bastante más pulcritud que la mayoría de los productos de los últimos tiempos: la acción se aprecia perfectamente y tiene cierto sentido del ritmo en el montaje. El problema radica en que han partido de una idea bastante sugerente pero no han tenido el valor (o el talento, o las ganas) de desarrollarla a partir de cero: está claro que "homenajea" más allá de lo digno a las sagas de Matrix y Blade, y el refrito visual resultante va en su contra. Por otra parte, por muy sugerente que pueda resultar ver a Beckinsale forrada de cuero negro y por mucha cara de circunstancias que ponga al repartir estopa, no acaba de darle el empujón final a su papel, que en cualquier caso se come con patatas al de Speedman, guaperas del tres al cuarto que, lisa y llanamente sobra en la función. Por tanto, el regusto es extraño porque entre las inconsistencias argumentales, el deja-vú escénico y las fantasmadas acrobáticas se entrevé un material interesante, aunque todos aquellos que tengan en mente a los vampiros y a los hombres lobo de las películas de la Universal toreceran el gesto al ver que acaban convertidos en metrosexuales y alimañas desagradables que se dedican a matarse entre sí ¡¡a tiro limpio!!... menos mal que de vez en cuando sale Bill Nighy para darle un poco de glamour al asunto. En resumen, dista (mucho) de ser un clásico del género pero tiene su aquel, al menos para pasar el rato.