Un filme tan atroz como poco creativo al que Tom Six hila con su primera entrega de una forma ineficaz y del que escasos aspectos son rescatables; secuencias gore desbordadas —que a fin de cuentas es lo que se espera—, pero a la deuda de un argumento más sólido que termina por ser aburrido. Todo es cuestionable: crímenes perpetrados en un domicilio donde el arma pareciera tener un silenciador que no alborota a los vecinos, desapariciones en el estacionamiento y la policía con su ausencia por excelencia.