Producción al manejo de dos tramas ubicadas en tiempo y lugares diferentes, en el que su director vuelve a encuadrar a la familia como centro y sus rupturas internas sufridas de acuerdo al desapego de los estándares socialmente impuestos, tal y como lo planteado en C.R.A.Z.Y. Hoy la música de Pink Floyd vuelve a ser gala de esta su nueva entrega, aunado a la añoranza por el pasado, que nos lleva y trae de la Francia de los 60's al Canadá actual, donde el amor exacerbado no encuentra habituación al cambio y se aferra a la costumbre y concepción de un futuro fortificado por la unión. Jean-Marc Vallée se aventura al empalme de dos circunstancias inconexas -por más que trate de ligarlas-, al que por desfortuna se le escapa un vínculo coherente para que quien visiona quede en absoluto convencimiento y de un aprobatorio a través del comentario.

60 minutos para la madre y su amado hijo especial y otros para el triángulo amoroso... la independencia de cada una las podría volver un producto más aceptable, que a la búsqueda de razones inexplicables a lo largo de su duración.

Lo mejor: La elección del Chill out que acompañan a la pareja canadiense.