Todo gira en torno a una protagonista sobreactuada a lo Sara Montiel, rodeada de un decorado de decorador, carente de realismo y todo ello empapado cual bizcocho borracho de una música que carga de sobremanera.
Algo similar sucede con el guión, que confunde la calidad con el encaje de modismos de la época o frases hechas que no pegan ni con cola.
A ve si queda un poco del licor del bizcocho, para pasar el rato, que mi mujer me hace compartir semana a semana con esta soporífera historia.