Recuerdo que hace mucho tiempo un profesor invitó a los niños de su clase a decir quiénes eran sus ídolos. Muchos mencionaron a los inevitables futbolistas, mientras que yo no dudé en elegir a Félix Rodríguez de la Fuente.
Eso fue poco antes de que falleciera en un accidente de avioneta en Alaska. Naturalmente quedé conmocionado al conocer la noticia.
Su labor de divulgación y concienciación fue histórica. Antes de que existieran sus programas sobre la fauna ibérica, casi nadie conocía a muchos animales de nuestros bosques, de nuestras montañas, de nuestros ríos…él sabía que conocer es valorar y proteger.
Hoy en día está asumida la importancia de defender nuestra biodiversidad, pero en aquella época Félix era un revolucionario, que nos contaba que los depredadores, considerados muchas veces como “alimañas dañinas”, eran hermosas criaturas que merecía la pena conservar, maravillas de la naturaleza y de la evolución, necesarias para el equilibrio de nuestros ecosistemas.
Es verdad, que sus filmaciones estaban preparadas, muchas de ellas en el mítico desfiladero de Pelegrina, y que técnicamente sus viejos documentales no pueden competir con las maravillas actuales de la BBC, pero lo que Félix mostró a través de la televisión fue mágico. Y en horario de máxima audiencia, quien lo diría hoy en día.
A destacar un colaborador de excepción, el compositor Antón García Abril. Entre muchos temas musicales acertados, impresionaba especialmente la música de suspense que anunciaba la caza.
Sus episodios dedicados al lobo dieron la vuelta al mundo, pero también nos mostró las hazañas del águila real, capaz de llevarse a una cabra por los aires, el alimoche, al que llamó “el buitre sabio” por su habilidad para romper huevos, la lucha del águila culebrera contra una serpiente, el lirón careto, duendecillo del bosque, el lince, al que apodaba la última fiera, y suplicaba por evitar su extinción, la danza del urogallo, el misterioso desmán de los Pirineos, la silenciosa caza de las rapaces nocturnas, el quebrantahuesos, que rompía huesos lanzándolos desde las alturas…
Conservo con nostalgia y admiración, su enciclopedia de la fauna ibérica, sus célebres cuadernos de campo y todos sus documentales, donde además del aullido del lobo, aún suena su voz cálida y apasionada.