Acabada la primera temporada siento decepción. En primer lugar, no es un tema totalmente original. Shyamalan en “El incidente” ya abordaba una rebelión de la naturaleza ante una actividad humana destructiva, y aunque no era de sus películas más logradas, ofrecía más interés y tensión que en estas 6 horas de aburrimiento.

Es cierto que contiene secuencias impactantes, que salen en los distintos avances de la serie: tsunamis, ballenas que se lanzan sobre los barcos de los turistas, ataques de cangrejos en la playa o intoxicaciones mortales, pero es que esas secuencias concentran todo lo atractivo que hay.

El lado humano falla estrepitosamente, con personajes a los que no les encuentro gran interés. Sus conflictos personales aburren tanto como sus diálogos. Hay interpretaciones flojísimas, como la del experto en ballenas cuya inexpresividad haría bueno a Victor Mature.

Todo trata de ajustarse a la “doctrina woke” punto por punto, de una manera rutinaria. El creador estará interesado en dar el salto a Hollywood, después de tener cuidado en no salirse del manual.

En sus dos últimos episodios la historia da un giro que no me agrada. Me imagino como va a continuar.