Francis Ford Coppola es importante en la historia del cine y no tiene que demostrar nada a estas alturas. Me parece interesante que se embarque en proyectos de bajo presupuesto y haga lo que le dé la gana como productor, director y guionista. Pero es inevitable que cualquier obra suya cree expectación y polémica por ser quien es.
Este cuento de terror ha recibido duras críticas y estoy de acuerdo en que no transmite el talento en la puesta en escena de “Drácula, de Bram Stoker”, por mencionar la referencia más inmediata. Incluso a veces parece la obra de un principiante, que utiliza la nefasta cámara partida sin pudor, o introduce secuencias fallidas como la de la güija, así como detalles de humor innecesarios (el escritor diciendo tonterías ante la falta de inspiración).
Respecto al guion, su punto de partida es poco original. Un escritor de historias de terror (un abotargado Val Kilmer), llega a un pueblo para promocionar su última novela y ante sus problemas económicos se ve obligado a escribir otra historia deprisa y corriendo para lograr un adelanto de su editor. Para ello se inspira en el pasado trágico del pueblo y en los imaginarios consejos de Edgar Allan Poe.
Las andanzas del escritor en el presente se mezclan con sus ensoñaciones y con los hechos del pasado, en una historia confusa y abigarrada donde todo tiene cabida. Coincido con aquellos que opinan que la historia está “mal contada” y ya tiene narices que sea Coppola el causante, pero la película deja imágenes impactantes para el recuerdo, varias protagonizadas por la joven actriz Elle Fanning. Solo por eso, ya considero que mereció la pena.