Zusje, la primera película de un equipo holandés amateur, reúne todas las características necesarias para convertirse en una película fresca y agradable, que atrae la atención del espectador desde el principio. Superado un primer momento de desconcierto ante el poco habitual método de grabación que se acerca más a la grabación casera que a una producción profesional, el interés del espectador no decae debido al trepidante ritmo de la narración, su natural y contenida emoción, la frescura y divertido realismo que sus imágenes desprenden, sumado a la excelente interpretación de unos actores jovencísimos y sin experiencia pero, sin duda, con mucho talento.
Guiados por Martijn, el hermano mayor de Daantje, que está grabando un documental sobre ella, nos introducimos en la vida de la joven, en su propia casa, y pronto olvidamos que lo que estamos viendo no es más que una actuación, gracias a algunos de los modos, usos y características estéticas utilizados, que resultan propios del movimiento Dogma.
Así, Zusje resulta una película cargada de naturalidad y realismo. Las escenas grabadas con esa fingida improvisación no hacen sino reforzar la sensación de estar frente a un equipo experto que sabe lo que hace y cómo lo quiere hacer, a pesar que ninguno de ellos superaba en el momento de la grabación los 30 años y realizaron la película con un bajo presupuesto, y sin la ayuda del gobierno holandés.
La película se caracteriza por una iluminación de una calidad excelente, que varía del blanco al naranja y nos transmite esa sensación de juventud y espontaneidad. Además, los movimientos, burdos y rápidos a veces, cadentes otras, están repletos de sobresaltos y vaivenes que intensifican la credibilidad de la historia, la hacen humana y verdadera.
Zusje cuenta una historia familiar, un reencuentro con el pasado. Martijn, reaparece en la vida de la recién independizada Daantjie después de años sin contacto, empeñado en grabar su forma de vida y en revivir escenas que tuvieron lugar hace muchos años y ambos han escondido en su memoria. Todo esto supone un choque entre ambos, una tensión que a veces estalla enfrente mismo del objetivo.
Cámara en mano, Martijn hace que los planos se sucedan al ritmo justo para desear que la historia continúe y poder desvelar los secretos que oculta la relación con su hermana. Como si estuviéramos observando toda la escena a través de una ventana, el espectador cobrará calidad de vouyer y disfrutará con los golpes, los barridos y las vueltas que da la imagen que, lejos de molestarle, no serán sino un potente medio de expresión que le acerque a la psicología de cada personaje.