No me considero un seguidor de Tarantino, pero me ha parecido necesario romper una lanza a favor de su incursión en ese gran proyecto que fue Grindhouse. Ante todo es admirable el despliegue que tuvo lugar para presentar esta doble sesión de homenaje al cine de serie Z de los '70, especialmente por la idea de proyección conjunta, el nexo mediante falsos tráilers y las espectaculares carteleras de aspecto añejo.

Sin embargo, por lo general Death Proof ha originado mayor controversia, mientras que Planet Terror por el contrario recibió una crítica más unánime. Esto es en gran parte debido a que la primera es mucho más especial y no está estructurada de manera convencional, recordándonos de hecho a otras grandes películas de dos actos, como hiciera en su día Hitchcock con “Psicosis”.

Planet Terror tira por el entretenimiento puro, que aunque bien llevado, no deja de ser vacua en contenido y de reflejar mucho peor el homenaje que bien pretendía. Tarantino en cambio juega con el contenido para formar un collage de clásicas explotation films, aportando su visión y haciendo uso de lo que mejor sabe emplear, el diálogo.

Evidentemente utilizar este recurso hace que la película no sea tan fluida, pero sí consigue lo que pretende, que no es otra cosa que desarrollar a los personajes y plantearnos una clara visión de las víctimas desde la perspectiva del asesino, ¿por qué si no gran parte de la película iba a ser una sucesión de palabrería absurda formulada por un grupo de jovenzuelas? Es evidente que lo que Tarantino quiere es que conozcamos bien a esas chicas para que nos entren deseos de que el bueno de Stuntman Mike acabe con ellas, que todos esos preliminares se vean saciados por las violentas escenas en las que desembocan.

Todo esto no sólo hace que se convierta en el que probablemente sea uno de los mejores slashers de los últimos años, sino que las escenas de los vehículos y las persecuciones son de lo mejor que se ha hecho jamás, aunque algo por detrás de la maestría de “El Diablo Sobre Ruedas”, a la que inevitablemente recuerda en su segundo acto.

La actuación de Kurt Russell es brillante, y no podía ser menos ya que es el verdadero centro de todo, el personaje de Stuntman Mike con su cicatriz, su Chevrolet Nova, su Dodge Charger y el pato de metal que los decora. Fascinante.

Por otra parte tenemos un uso espléndido del filtro, los colores, los planos y por supuesto de la banda sonora, escogida a conciencia para acompañar la gran cantidad de guiños que esconde*. Desde luego la película no se disfruta igual si no se captan esas referencias, pero por eso mismo uno debe saber antes de nada a lo que se enfrenta.