Cuando alguien pronuncia el término "Alien", inmediatamente pensamos en ficticios seres ajenos al planeta Tierra que en el mayor de los casos representarían un peligro para la humanidad de existir tal y como los imaginamos. De hecho hubo una época obsesiva en la que el cine estaba plagado por relatos paranormales de hipotéticas invasiones en las que estos seres cuestionaban la hegemonía del hombre gracias a sus efectivos avances futuristas.

Todo esto llegó a un punto de inflexión cuando Ridley Scott ideó junto al diseñador suizo Hans Rudolf Giger el prototipo definitivo que grabaría en las retinas de los cinéfilos la hipnótica apariencia de la criatura más terrorífica, fascinante y ejemplar que ha pasado por la gran pantalla. El perfecto depredador con un infalible sistema reproductivo, mandíbula retráctil, imaginería sexual y un comportamiento sobrenatural; nuestro amigo el xenomorfo.

Alien, el octavo pasajero es un prodigio de la ciencia ficción, el terror, la fenomenología, la biología y además una película de culto que nadie debería evitar, nadie. Jamás se debería poseer tal grado de estulticia que lleve a juzgarla como simple cinta de "bicho asesino" para el entretenimiento. Muestra de ello es la paciencia, el pulso de cada plano y de cada escena para mantener la tensión potenciando lo minimalista, la sutileza con la que se sucede cada imágen y cada efecto sonoro.

Dan O'Bannon se ocupó de dar forma a un guión colosal drenando de los pasajes oníricos de las obras de Joshep Conrad, introduciéndonos en los hechos que vagan por los oscuros pasillos lovecraftianos de la nave Nostromo al ritmo magistral de cámara y partitura, a cargo en este caso del talento de Jerry Goldsmith.

A todo esto sumamos un trabajadísimo rol de los personajes con un reparto exquisito, destacando los impecables John Hurt, Tom Skerrit y por supuesto Sigourney Weaver, heroína por excelencia. Incluso el gato Jonesy actúa espectacularmente, debería haber contado como tripulante. La escenografía y atmósfera no tienen rival, es imposible no rendirse ante semejante magnificencia, ya que ni la lobotomía puede evitar que sus estancias nos sobrecojan y produzcan escalofríos.

Alien es una película que se introduce en lo más insondable de nuestros temores, sus escenas nos sugieren respeto y aún a día de hoy mantiene fresca su visión del futuro sin un ápice de envejecimiento, ni siquiera técnico. De vez en cuando está bien volverse a impregnar con su terror psicológico, y si no se ha hecho nunca, al menos tenerlo en cuenta.

El único film a la que le daría un 11 si lo hubiera. Aplastante obra maestra.