Muy bien, House, tú ganas. Escribí hace 3 años una crítica que no te hacía justicia, pero tienes que perdonarme... todavía no te conocía bien. Ahora he recapacitado. No tengas en cuenta mis palabras anteriores, todos decimos cosas de las que nos arrepentimos... y no te hagas el indiferente, que sé que mi actitud te ha dolido, que Wilson me lo ha dicho (ya sabes que siempre se chiva). Mira, esto es lo que escribí el 30 de mayo de 2007:

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"Al principio, House no me gustó, y me dio asquito (tanta tripa, suelta, tanta herida supurante, tanto espasmo hemorrágico); luego empezó a interesarme y me sobrepuse al asquito porque me intrigaba el personaje principal; poco más tarde, me gustó ver cómo se relacionaba con su entorno y me fue enganchando; al final de la primera temporada y durante un buen trecho de la segunda, no podía vivir sin House.

Ahora, como si de un matrimonio que ya no tiene nada que decirse se tratara, mi relación con la serie está de capa caída. La veo, pero no me emociona ni me sorprende. No estoy deseando que llegue el día de la emisión. Los personajes no evolucionan, o dan giros demasiado bruscos (véase Cameron). Los casos médicos se me olvidan al día siguiente y ya no me impactan, por rarísimos que sean. El doctor House ya no me hace reír como antes, lo nuestro no funciona. Es que cuando empieza el capítulo y SIEMPRE pasa lo mismo (que el que CREES que se va a poner enfermo no se pone, y el que estaba aparentemente bien sufre un patatús de repente, y tú tienes que decir "Haaaaala, no me lo esperaba!!!), me voy dando cuenta de que lo nuestro no va a ninguna parte. Pero seguramente a House, con lo borde que es, le dará lo mismo que yo me aburra.

Me queda una ligera esperanza brillando allá al fondo, porque soy una romántica...¿saltará alguna chispita que renueve nuestra demacrada relación? Yo seguiré intentándolo."

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Para que veas, Greg, que he cumplido con mi palabra y lo he intentado, y vaya si ha valido la pena. Porque la quinta y sexta temporadas han sido sublimes; porque he aprendido a valorarte más allá de tu sarcasmo y me emociona cómo hablan tus ojos mientras mandas a la mierda a todo el mundo. Porque he comprendido que no es fácil ser tú; y porque, al igual que la gente que te rodea, ejerces sobre mí un extraño hechizo que hace que no me pueda alejar de ti por mucho que me cabrees.

¿Me perdonas? Interpretaré ese insulto como un sí.