Al principio me temía un pastel aburrido, pero resulta que es un pastel entretenido y con un cierto encanto. Es una comedia romántica en toda regla, con algún toque lacrimógeno, sí, pero que se te pasa enseguida (y lo de lacrimógeno es en sentido figurado: a menos que el argumento te toque muy de cerca por alguna experencia personal, cosa que obviamente puede pasarle a alguien, las lágrimas no afloran ni esnifando cebolla).

Los actores están correctos, aunque quizá un poco más de química entre ellos no hubiese venido mal; las intervenciones de la pandilla de abuelos son cómicas y grotescas a partes iguales, así como bastante inverosímiles, pero le dan un cierto calorcillo humano a la película y no llegan a dar rabia. Uno de los abuelos que salen, el que hace de italiano, es un actor que me gusta mucho porque sale en Big, una de mis pelis favoritas y que más veces he visto.

O sea, que la película está bien, pero tampoco es como para tirar cohetes. Un domingo por la tarde o un viernes noche es el momento ideal para verla, si se me permite una sugerencia.