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Voto de javier gomá:
9
Drama Historia sobre un conductor de autobús y poeta aficionado sobre las pequeñas cosas llamado Paterson, que vive en Paterson, New Jersey. (FILMAFFINITY)
8 de diciembre de 2016
41 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una película extraordinaria por muchos conceptos. Si tuviera que adscribirla a un género, sería el idilio. Los elementos que componen la trama se hallan intensamente idealizados. Se ha eliminado de la visión del espectador la negatividad íntima a la realidad, aquella mentira, maldad y fealdad -lo contrario de la verdad, el bien y la belleza- que producen infelicidad, angustia y desgracia en el corazón humano. Han sido depurado los potenciales conflictos, personajes y escenas discurren con apacible serenidad. Esto no quiere decir que la película presente a sus protagonistas en un estado socialmente envidiable. El protagonista, Paterson, es un conductor de autobús que cumple amplias jornadas en una ocupación mecánica, poco creativa. Asistimos a siete días de la vida de este individuo, de lunes a domingo, una semana completa y el comienzo del siguiente lunes. Contemplamos el dramatismo implícito del vivir y envejecer en el normal cumplimiento de un oficio, sin manierismos ni particular énfasis autocomplaciente. Está casado con una bella musulmana, de ideas peregrinas y caprichosa, pero inocente, original, fiel y siempre dulce. Viven en una casa pequeña y sencilla en la que reina la paz de la joven pareja. Paterson es también poeta: compone sus versos sobre el volante del autobús antes de salir del garaje, en el descanso de la comida junto a un estanque, por la noche. Los versos que va escribiendo resaltan sobre la pantalla mientras la voz grave de su autor los recita lentamente, con una voz neutra, lejos de las ampulosidades acostumbradas en estos casos. Cuando su mujer o el jefe del garaje interrumpen su trabajo literario, cierra el cuaderno sin ninguna resistencia y los atiende de buena gana. No es de esos poetas bohemios, en la estela del Romanticismo, que se rebelan contra la opresión que sufren y abominan de su trabajo, aunque ciertamente el suyo no parece muy atractivo. Profesión y vocación conviven en armonía. Él escucha aparentemente divertido las conversaciones de los pasajeros y uno se imagina que en las imágenes y sonidos de la calle toma inspiración para su obra poética. Paterson encarna la ejemplaridad sin relieve en una sociedad de masas, que, aunque cotidiana y rutinaria, adquiere ante nuestros ojos magnitud de grandeza. Ángulos de su forma de ser -es taciturno, inexpresivo, cariñoso pero frío- hace aún más convincente la bonhomía final de su admirable personalidad y esa sabiduría antigua de quien puede prescindir de casi todo para llevar una vida plena, salvo la ternura de su musulmana, el trabajo con que ganarse la vida y esos ratos distraídos para leer y escribir poesía. Un idilio, en fin, que eleva el espíritu y lo conforta, en osado contraste con la tendencia universal del cine actual, que oscila entre el entretenimiento vulgar y la pretenciosidad patosa y deprimente.
javier gomá
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