Llega un momento en que hay que escapar de la mercantilista manera de calificar a las películas con una puntuación de 1 a 10 cual si fueran misses en busca de la corona de reina de la belleza, llega un momento en que hay que dejar de poner, como en una balanza, en un platillo los "pros" y en otro los "contras" y decantarse por el lado que más se cargue, llega un momento en que, como Robin Williams en El club de los poetas muertos, hay que arrancar la hoja donde matemáticamente se delimita lo que es arte y lo que es un brindis al sol, llega un momento en que hay que hacer todo esto para poder opinar sin ataduras ni corses y expresar simple y llanamente que una película te ha conmovido, te ha engrandecido, te ha hecho sentir mejor persona al terminar de verla y ha renovado tu pasión por el cine. La misión es una de esas experiencias que, lejos de los que abogan por la inutilidad del arte, llegan sino a marcar tu vida, si al menos a hacer una pequeña mella en ella; una mella llena de vitalidad y belleza.