Para muchos el inicio de la película es lo más destacado de la misma, lo único salvable, el dulzor inicial que posteriormente se transforma en un amargor repelente. No comparto ese punto de vista, ya desde el inicio el film nos transmite la sensación de que algo no funciona, de que algo no encaja, malos augurios que funestamente presagian una realidad sacrílega.
Una de las señas de identidad de la saga Indiana Jones, así como de Star Wars, es precisamente su comienzo en el que se desarrolla una trama ajena al leit-motiv posterior de la narración, en el arca perdida el ídolo dorado azteca, en el templo maldito el famoso club de Sanghai Obi Wan y el la última cruzada la inolvidable peripecia de River Phoenix y la cruz del colorado; sin embargo esos hallazgos han sido borrados de un plumazo y en este anatema titulado el reino de la calavera de cristal somos empujados desde el comienzo del metraje a un hilo argumental absurdo e inclasificable. Este es sólo el inicio de una serie de tropelías entre las que destacan el lastimoso e innecesario regreso de Karen Allen con la excusa de crear una subtrama digna de una sitcom barata o el grave error de casting que supone LaBeouf como sucesor de Indi, el único clavo ardiendo al que podríamos habernos aferrado como salvación y que progresivamente va cayendo en desgracia según avanza el film.
Es cierto, uno tiene la sensación de haber presenciado una parodia de Indiana Jones, quizá incluso siendo más benévolos el argumento hubiera servido para un episodio de las aventuras del joven Indiana Jones; pero jamás para la cuarta entrega de esta saga. Ha alcanzado por cualidades indiscutibles el derecho a reunirse en el hall of fame de los peores finales posibles para una saga (a la espera de ser mejorados pesimamente por futuras secuelas) junto con Terminator III, Matrix III o Alien IV.