Las metáforas motean el desarrollo de esta película, desde la chaqueta roja de la niña (cual si fuera caperucita roja), hasta la marcha del protagonista dejando atrás el colegio que simboliza su pasado. La lentitud con la que esta rodada y la evidente carencia de presupuesto quedan obviadas por el leit motiv del film que, por ser politicamente incorrecto, nunca ha sido tratado en pantalla. La ambivalencia que siente el espectador ante Walter, compasión entrelazada con la repulsión, es la misma que siente el personaje femenino y por ese motivo siempre sobrevuela la duda de cual será el camino que tome el protagonista: si el de la reincidencia o el de la redención. Las sesiones semanales con el terapeuta no le rescatan de su agonía mental, de su debate interior inaguantable; y la única manera que le lleva a dar el salto cualitativo más allá de si mismo es contemplar en otros lo que él ha sido, y quizá aún es, y así mismo el contemplar en las víctimas el dolor y el sufrimiento que él (otros como él) infligen.