Como persona que escribe, creo que quizá lo más complicado de contar una historia sea hacer verdaderamente humano a mi personaje. Que ambos sintamos el mismo impulso de curtir al novio macarra de nuestra hija, o la misma compasión por un suegro demasiado bocazas. Que su pena sea la mía; que sus lágrimas sean las mías.

Hay unos pocos que son capaces de acercarse a sus personajes y ponerlos en las situaciones más extremas del mundo, y sin embargo, a la vez darles palmaditas en la espalda, y es como si les susurraran cariñosamente, como de padre a hijo, "ánimo", "sigue adelante". Eso es característico no de los grandes escritores, ni de los grandes cineastas, sino de los grandes contadores de historias, sea en el formato que sea. Y eso Alexander Payne lo tiene.

Admiro a Alexander Payne desde que vi "Entre Copas", donde enseñó el camino con cariño y sutileza a aquel Miles en plena crisis existencial. Creo que lo consiguió. Y que con Los Descendientes lo ha vuelto a lograr, con un Matt King superado por todo lo que se le viene encima magistralmente interpretado por George Clooney, y junto al que he reído, sufrido, meditado, contado hasta tres, y llorado desde el primer al último fotograma. Le he acompañado por Hawai y yo también he sufrido a todos esos seres humanos tan egoístas a veces que ni tan siquiera cuando estás en lo más hondo del pozo son capaces de dejar de mirarse el ombligo y mirar a su alrededor. Yo también me he sentido como un hombre, marido y padre al borde del colapso. Por eso a Payne, a Giorgio y a Los Descendientes, de cara a los Oscars... y por supuesto a Matt King y a su familia, simplemente quiero desearos mucho...