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Voto de Herr Jasper:
10
2 de abril de 2013
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
No Country for Old Men es un peliculón por muchas cosas, pero especialmente por su escena final.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Hay mucho material para reflexionar en las escenas finales de esta película sobre el vil metal y cómo envilece al ser humano. En estos tiempos de crisis y corrupción, creo que ya nadie duda de que lo más importante para la sociedad ya no es el alma humana (Dios), sino el dinero.
Cormack McCarthy es un poderoso alquimista de palabras. Una de sus fórmulas más refinadas es aquella que trata de asesinos y depredadores huérfanos, desarraigados, sin un espejo en el que mirarse y que vagan por el mundo sin ni siquiera un dios al que rendir cuentas. En el caso de Anton Chigurh, su dios es una estúpida MONEDA y su ley, el azar. Tal es el valor de una vida humana para él... de forma que hasta le resulta imposible comprender a la chica cuando vuelve para matarla... sencillamente, el valor de la vida humana le es ajeno. Inescrutable.
La escena final es sencillamente majestuosa. El personaje de Tommy Lee Jones, un hombre mayor sobrepasado por la violencia a la que se ha tenido que enfrentar, a la sinrazón y la barbarie, le cuenta a su esposa su sueño recurrente con lágrimas en los ojos: Camina junto a su padre por un desfiladero en mitad de la noche, y éste lleva una antorcha, guía su camino y se adelanta. Él no tiene miedo porque sabe que su padre va a encender una hoguera en medio de la oscuridad y el frío, y allí le esperará. Y lo dice con el alma encogida de miedo, de pena. de humanidad. Porque no entiende cómo por dinero el hombre es capaz de cometer semejantes atrocidades. No ve ningún sentido, es justo lo opuesto a Chigurh en la escena que antes comentaba. Es asombroso que el gran estallido final de la peli del malvado Anton Chigurh sea una lágrima en los ojos de un viejo que no comprende cómo demonios un puñado de papeles llevan a los hombres a matarse entre sí.
Yo no tengo la edad de Tommy Lee Jones ni me he enfrentado a asesinos en serie, pero me siento parecido. Me siento confuso a veces en un mundo hostil, a veces tengo miedo. Creoy que las cosas han cambiado y no encuentro mi lugar. En esos momentos recuerdo a mi padre. Y entonces le doy las gracias por que me haya hecho capaz de comprender ese sueño, y de que sean mis principios morales los que me guíen a la hora de juzgar a una persona, en lugar del triste bailoteo de una moneda.
Cormack McCarthy es un poderoso alquimista de palabras. Una de sus fórmulas más refinadas es aquella que trata de asesinos y depredadores huérfanos, desarraigados, sin un espejo en el que mirarse y que vagan por el mundo sin ni siquiera un dios al que rendir cuentas. En el caso de Anton Chigurh, su dios es una estúpida MONEDA y su ley, el azar. Tal es el valor de una vida humana para él... de forma que hasta le resulta imposible comprender a la chica cuando vuelve para matarla... sencillamente, el valor de la vida humana le es ajeno. Inescrutable.
La escena final es sencillamente majestuosa. El personaje de Tommy Lee Jones, un hombre mayor sobrepasado por la violencia a la que se ha tenido que enfrentar, a la sinrazón y la barbarie, le cuenta a su esposa su sueño recurrente con lágrimas en los ojos: Camina junto a su padre por un desfiladero en mitad de la noche, y éste lleva una antorcha, guía su camino y se adelanta. Él no tiene miedo porque sabe que su padre va a encender una hoguera en medio de la oscuridad y el frío, y allí le esperará. Y lo dice con el alma encogida de miedo, de pena. de humanidad. Porque no entiende cómo por dinero el hombre es capaz de cometer semejantes atrocidades. No ve ningún sentido, es justo lo opuesto a Chigurh en la escena que antes comentaba. Es asombroso que el gran estallido final de la peli del malvado Anton Chigurh sea una lágrima en los ojos de un viejo que no comprende cómo demonios un puñado de papeles llevan a los hombres a matarse entre sí.
Yo no tengo la edad de Tommy Lee Jones ni me he enfrentado a asesinos en serie, pero me siento parecido. Me siento confuso a veces en un mundo hostil, a veces tengo miedo. Creoy que las cosas han cambiado y no encuentro mi lugar. En esos momentos recuerdo a mi padre. Y entonces le doy las gracias por que me haya hecho capaz de comprender ese sueño, y de que sean mis principios morales los que me guíen a la hora de juzgar a una persona, en lugar del triste bailoteo de una moneda.