Sin duda, los críticos de los periódicos o bien no han entendido la película o bien han querido colaborar en que no se entienda. Ni es una historia de amor ni es tampoco un largometraje hollywoodiense que requiera final feliz.

Es una crítica, ni más ni menos. Una representación a pequeña escala de cómo los ciudadanos adoptamos el rol de se nos asigna hasta tal punto que olvidamos quienes deberíamos ser para ser aquello que quieren que seamos. Tanto civiles (presos) como policías (guardias).

Esto se pudo apreciar, sin ir más lejos, hace no más de dos meses en Barcelona. La crisis que asola el país afecta a todos por igual. Sin embargo, pudimos ver muy crudas grabaciones donde la policía autonómica (els mossos d'esquadra) golpeaban, empujaban y disparaban contra gente que lo único que hacía era protestar pacíficamente por algo que nos perjudica a todos; incluídos los policías, sus familias y sus amistades. Pudimos ver incluso cómo algunos de ellos se hacían pasar por civiles provocando altercados para que los uniformados arremetieran contra los indignados.

Cuando a un sector se le da el rol de "guardia" comienza a ver al resto como enemigos; personas de las que hay que desconfiar, a las que hay que controlar. En respuesta, el resto comienza a ver a los "guardias" del mismo modo. Así es como consiguen mantener el orden que les beneficia; teniendo a todo el pueblo en contra estarían perdidos, pero teniendo a unos cuantos jugando el rol de "guardia"... la cosa cambia.

Sin embargo, la guinda del pastel es la siguiente. Si alguien infringe una norma, por absurda que sea, y los "guardias" catigan los a todos, no solo conseguen que el resto no las infrinja sino que conseguirán incluso que el resto vea a ese insurrecto, y no a los guardias, como el auténtico enemigo.

Algunos pensaréis que desvarío. Yo os pediría que reflexionarais sobre ello.