Cuarto título dirigido por Ella Lemhagen y una película sueca de bajo presupuesto y no muy conocida, que diluye su planteamiento en una narración complaciente y políticamente correcta, si bien no se lastra en gran medida gracias a las estupendas interpretaciones del trío protagonista.

El argumento es nos sumerge en el día a día de Sven (Torkel Petersson) y Göran (Gustaf Skarsgård), una urbanita pareja homosexual casada sueca que se traslada a vivir a un barrio residencial de las afueras, mientras están tramitando la adopción de un niño y encontrándose con los muros de la burocracia en un caso tan concreto como el suyo. Göran es el que está más ansioso por ser padre, mientras que Sven ya tiene una hija de un matrimonio anterior, Isabell, una adolescente de dieciséis años que no se muestra muy feliz con la salida del armario de su padre.

Cuando los servicios sociales les responden, se le informa de que les ha sido asignado un niño de año y medio. El día de dar la bienvenida a la criatura, un viernes por la tarde, se encuentran con Patrik (Tom Ljungman), un delincuente juvenil de quince años, además homófobo. Mientras intentan aclarar el error burocrático, descubren que el error realmente consiste en que en la copia de la carta de adopción se ha movido una coma y resulta que han aceptado adoptar a un adolescente de 15 años y no a un niño de 1,5 años de edad. Comienza una aventura que va a poner sobre la mesa los prejuicios de todos y sus diferentes formas de afrontar la situación.

Esta película rodada en Suecia, uno de los países punteros en igualdad social, supone unos de los escasos títulos que abordan frontalmente el tema de la adopción por parejas del mismo sexo, resulta curiosa y entretenida a la vez. Tras la exactas apariencias de las casas de la urbanización, los setos bien cuidados, los rosales podados, los cumpleaños de vecinos que no invitan a los gays, padres que amenazan al doctor si vuelve a tocar a sus hijos siendo gay (cuando lo que sucede es una revisión de la clase de un colegio)... Todo eso y algunas cosas más, deben hacernos pensar sobre el mundo que estamos sustentando. La película lo único que pretende es contarnos una historia de a pie y hacernos pasar una hora y media amena, y quien busque algo más, se equivoca.

Por cierto, lo mejor es su banda sonora, acertada durante todo el metraje, poniendo cada nota en el momento justo. Impecable.