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Voto de Benito Martínez del Baño:
9
Comedia El publicista Jim Blandings, casado y con dos hijas, está harto de los ruidos, las prisas y las tensiones de Manhattan. Por eso, decide comprar una casa de campo en Connecticut; pero la casa se encuentra en tan mal estado que la única solución es derribarla y construir una nueva. La hipoteca, mil gastos imprevistos y toda clase de incidentes hacen que Jim Blandings empiece a arrepentirse de su decisión. (FILMAFFINITY)
11 de noviembre de 2022
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“Los Blandings ya tienen casa”(1948) es un título dirigido por HC Potter, quien ese mismo año dirige “¡Viva la vida!” (1948) con James Stewart y Joan Fontaine, se inspira en la novela de Eric Hodgins “Mr. Blandings Builds His Dream House” (1946). Por su parte, la pareja protagonista, Cary Grant y Myrna Loy, coinciden en la gran pantalla por tercera vez tras “Alas en la noche” (1935) y “El solterón y la menor” (1947).

El argumento gira en torno al matrimonio formado por Jim Blandings (Cary Grant), un publicista (cuyo mayor logro va a ser crear un eslogan para una marca de jamones) que vive en un pequeño apartamento en Nueva York junto a su mujer Muriel (Myrna Loy), ama de casa, y sus dos hijas, Joan (Sharyn Moffet) y Betsy (Connie Marshall). Muriel quiere hacer reformas, pero Jim prefiere invertir el dinero en una nueva casa en Connecticut, aunque esté en ruinas. Van a visitarla junto con el agente inmobiliario, quien les comenta que hay que realizar unas reformas aquí y allá, pero que ganarán con el cambio: estarán a poco menos de una hora de Nueva York, por lo que Jim podrá ir al trabajo y volver a diario, también tendrán dos huertos de frutales, espacio para animales y mascotas, y vivirán en plena naturaleza junto a un río truchero. Además, las tiendas de comestibles de la zona hacen ruta dos días por semana, por lo que tampoco Muriel tendrá que salir mucho para comprar todo lo que necesite del supermercado. De momento, todo es color rosa. Ambos, antes de entrar en la casa, se imaginan cómo será su nuevo hogar próximamente. Primero ella: una casa de cuento de hadas, muy clara y luminosa con un gran y cuidado jardín. Después él: una casa de estilo rústico, con una fachada adornada con mucha madera, en la que podrá descansar, fumar en pipa y salir de caza con su perro. La familia Blandings siempre está acompañada por su asistenta Gussie (Louise Beavers) y un amigo y abogado llamado Bill Cole (Melvin Douglas). El caso es que Jim desconfía de Bill ya que éste y Muriel mantuvieron un affaire tiempo atrás.

La película está contada en flashbacks por el simpático personaje de Bill (Melvin Douglas), quien mediante voz en off, inicia la historia con una jocosa descripción de Nueva York con imágenes contrarios a lo narrado. Inspirado en el extraordinario filme “Aquí durmió George Washington” (1942) de William Keighley, por cierto, argumento que de de forma mezquina utiliza el agente inmobiliario para que los Blandings piensen que realizan una inversión "patriótica" en una casa señorial y con historia, el matrimonio que sueña con un nuevo hogar acaba comprando una casa en ruinas con los valores agregados que les pone de manifiesto el agente inmobiliario que logra venderles la casa en ruinas de Connecticut. Mirada ácida a la aventura de la compra de una vivienda, con sus continuos incrementos en los gastos y las consiguientes peleas domésticas.
Pero los grandes obstáculos que van a encontrar los protagonistas a su paso, son resueltos por su director con creatividad e ingenio, dando como resultado una fresca comedia. El excelente trío protagonista se muestra continuamente dicharachero, lleno de entusiasmo y buen humor. La realización de H. C. Potter, sin estridencias innecesarias, mantiene un tono muy adecuado y los diálogos de Norman Panama y Melvin Frank, repletos de frescura e ingenio, resultan muy divertidos. Eso sin olvidarnos del maravilloso elenco de secundarios que ponen una jugosa nota de hilaridad y realidad a la trama.

Destacar en la realidad, que se ponen de manifiesto muchas chapuzas que están a la orden del día, como presupuestos aceptados por los contratantes pero siempre no respetados por el constructor, chapuzas en obra, grifería, azulejos, suelos, rincones, techos… La vida misma de quien invierte en una casa que necesita reforma. Pero, si una casa es vieja o está en ruinas, por mucho que se reforme y se construya sobre lo que hay, siempre será una casa maquillada. De ahí lo que vivimos hace unos años, un tiempo llamado "cultura del ladrillo".

Plenamente vigente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Benito Martínez del Baño
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