Es una peli sueca, sencilla y sin muchas sorpresas. Buena en su género, nada pretenciosa. Una de esas que cuentan las cosas tal cual y no se esmera en artificios llamativos. Se centra en la historia de una niña rusa, que ya no es una niña, al menos, por fuera. Es una historia cruel, por lo verosímil y lo veraz. La historia de un abandono y de un destino que es el de muchas niñas en un mundo que no cultiva la piedad ni la empatía, sino la ruindad que no siempre (pero casi) acompaña a la pobreza extrema. Lilja tiene un único amigo. El resto del mundo está contra Lilja, porque carece de suerte.
La película no es magnífica, pero la actriz es magnífica. Todo el rato pensé que alguien debería haber hecho una peli de la madre de Lilja y que no habría sido una denuncia social, ni un recuerdo a todas las niñas robadas y perdidas, sino algo más hermoso como historia y más interesante. Saber qué hace y qué siente y qué piensa y cómo digiere esa madre su egoísmo y su humanidad y cómo llega a superponer su ingenua búsqueda de la felicidad a la única cosa que ha hecho ella sola y que le pertenece y a la que pertenece. Que alguien haga esa peli o escriba la historia de la madre de Lilja, alguien que no sea sueco y no esté atormentado por lo terrorífica que es la condición humana.