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Voto de Messer E Vork:
8
8,2
14.600
Cine negro. Drama
Nueva York, año 1934. Christopher Cross es un simple cajero, infelizmente casado, cuya única pasión es la pintura. Una noche conoce a Kitty March, una atractiva buscavidas de la que se enamora y le hace creer que es un pintor de éxito. La chica y su novio Johnny, un tipo sin escrúpulos, aprovechan la ocasión para intentar explotar al pobre hombre, pues creen que sus cuadros valen mucho dinero.
(FILMAFFINITY)
(FILMAFFINITY)
20 de enero de 2013
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1931, Jean Renoir filmó "La golfa", una película sobre un poco agraciado y apocado cajero, tiranizado por su mujer y poco respetado por sus compañeros, que se enamora perdidamente de una jovencita de los barrios bajos y emprende, en su empeño por agradarla, la senda de la perdición. Y catorce años después, Fritz Lang llevó a cabo la versión yanqui de esta historia de miserias humanas, de ignorancia y ruindad (el ser humano es así, se aprovecha del trabajo ajeno o lo destruye -votando "no" por el placer de joder, como quien yo me sé-).
Resulta muy curioso ver cómo dos maestros del cine han llevado a cabo un proyecto similar. Evidentemente, en el apartado visual, Lang sale ganando porque, inevitablemente, el cine de EEUU en 1945 es mejor en cuanto a técnica que el de Francia en 1931 (la cinta de Renoir tiene muchas trazas estéticas de cine mudo). Argumentalmente, ambas están basadas en la misma novela y por ende las variaciones en la historia no son demasiadas, aunque algunas me han llamado la atención (spoiler).
Centrándome en "Perversidad", Lang consigue trazar un ambiente oscuro y lóbrego en el que se mueven unos personajes de vida miserable, que buscan desesperados una vía de escapa que les ayude a escapar de su poco grata existencia, ya sea ésta el amor o el simple y llano dinero. Los actores, con un enorme Edward G. Robinson (un actor que siempre me ha gustado por su gran versatilidad, capaz de hacer de buenazo en una peli y de villano despiadado en otra sin modificar un ápice su rostro) y una Joan Bennett muy apropiada en su papel de femme fatale, cumplen sobradamente con sus personajes.
En resumen, todo un clásico que merece la pena ver, al igual que la obra de Renoir. Dos caras de una misma y magnífica moneda.
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Más críticas en:
https://unblogacincoalturas.wordpress.com/
Resulta muy curioso ver cómo dos maestros del cine han llevado a cabo un proyecto similar. Evidentemente, en el apartado visual, Lang sale ganando porque, inevitablemente, el cine de EEUU en 1945 es mejor en cuanto a técnica que el de Francia en 1931 (la cinta de Renoir tiene muchas trazas estéticas de cine mudo). Argumentalmente, ambas están basadas en la misma novela y por ende las variaciones en la historia no son demasiadas, aunque algunas me han llamado la atención (spoiler).
Centrándome en "Perversidad", Lang consigue trazar un ambiente oscuro y lóbrego en el que se mueven unos personajes de vida miserable, que buscan desesperados una vía de escapa que les ayude a escapar de su poco grata existencia, ya sea ésta el amor o el simple y llano dinero. Los actores, con un enorme Edward G. Robinson (un actor que siempre me ha gustado por su gran versatilidad, capaz de hacer de buenazo en una peli y de villano despiadado en otra sin modificar un ápice su rostro) y una Joan Bennett muy apropiada en su papel de femme fatale, cumplen sobradamente con sus personajes.
En resumen, todo un clásico que merece la pena ver, al igual que la obra de Renoir. Dos caras de una misma y magnífica moneda.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
No recuerdo bien (hace mucho tiempo que la vi), pero creo recordar que en "La golfa", el prota no llega a enterarse de que la chica ha estado vendiendo los cuadros que él le regala como si fuesen suyos hasta casi el final, cuando ya ese asunto no es prioritario en la trama. Aquí, sin embargo, Robinson se entera y va a verla, pero ella le engatusa y no sólo le convence para que no diga nada, sino que el pobre idiota sigue pintando para ella. No me termina de cuadrar.
Lo que sí recuerdo bien, y es lo que me ha llamado la atención de esta nueva versión, es que el pobre cajero aquí termina su vida enloquecido de pena y remordimientos, con las voces de sus víctimas atormentándolo sádicamente hasta su próxima muerte. Ningún delito queda impune, aunque en apariencia haya sido así. "Si escapas a la justicia, no podrás escapar al tormento de la culpa".
En la cinta de Renoir, por contra, ya desde un principio se te dice que esta historia no tiene moraleja ni demuestra nada. El prota también acaba convertido en un andrajoso y anciano vagabundo, pero más allá de un cierto hastía propio de alguien cansado de la vida, no se le adivina ningún remordimiento por lo que ha hecho.
"La golfa", de hecho, finaliza con el encuentro cordial del prota con el marido de su esposa (que también ha acabado mendigando tras quedarse viudo y dilapidar la herencia). Ambos acuden al coche de un rico a pedir limosna. El rico acaba de comprar el autorretrato que se hizo el prota (no un retrato de ella, como aquí), pero el decrépito ex-cajero no se detiene demasiado para mirarlo. La generosa propina que el rico les ha dado les servirá para pasar un buen día. Y los dos viejos mendigos marchan charlando, mientras la cinta termina.
Lo que sí recuerdo bien, y es lo que me ha llamado la atención de esta nueva versión, es que el pobre cajero aquí termina su vida enloquecido de pena y remordimientos, con las voces de sus víctimas atormentándolo sádicamente hasta su próxima muerte. Ningún delito queda impune, aunque en apariencia haya sido así. "Si escapas a la justicia, no podrás escapar al tormento de la culpa".
En la cinta de Renoir, por contra, ya desde un principio se te dice que esta historia no tiene moraleja ni demuestra nada. El prota también acaba convertido en un andrajoso y anciano vagabundo, pero más allá de un cierto hastía propio de alguien cansado de la vida, no se le adivina ningún remordimiento por lo que ha hecho.
"La golfa", de hecho, finaliza con el encuentro cordial del prota con el marido de su esposa (que también ha acabado mendigando tras quedarse viudo y dilapidar la herencia). Ambos acuden al coche de un rico a pedir limosna. El rico acaba de comprar el autorretrato que se hizo el prota (no un retrato de ella, como aquí), pero el decrépito ex-cajero no se detiene demasiado para mirarlo. La generosa propina que el rico les ha dado les servirá para pasar un buen día. Y los dos viejos mendigos marchan charlando, mientras la cinta termina.