Bueno, la idea no está mal, pero la tragicomedia esta (que uno no sabe si es una denuncia social chistosa o un chistoso drama social) se deja arrastrar sobre todo al final de su metraje por un guión totalmente pasado de rosca con maquillaje para frikis, a la medida de un tipo que se ha fumado demasiados canutos antes de ponerse a escribir. No es que esté mal que lo haga, sino que parece que el caballo (valga la redundancia) termina totalmente desbocado y sin riendas. Es decir, no hay talento suficiente como para contener el pandemónium de giros absurdos y ocurrencias de un guionista hasta las cejas de farlopa.

Es una película interesante y ambiciosa, una especie de "auto-parodia para negros" con su punto de gracia y estilo propio, pero sin el genio suficiente para hacer de ella algo memorable. Ni dirección ni montaje ni música hacen de esto un espectáculo tarantiniano, sino algo más cercano al catálogo de "producciones Netflix", graciosete y curioso, pero muy lastrado por limitaciones internas demasiado obvias.