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Voto de mnemea:
7
6,8
2.457
Drama. Comedia. Thriller
Del tren baja Milan, un hombre solitario, que llega a la ciudad por primera vez. Entra en una farmacia, donde conoce a Manesquier, un profesor de lengua jubilado. Los dos hombres, aunque muy distintos, simpatizan por una simple razón: a cada uno le hubiera gustado llevar la vida del otro. El profesor sueña con ser un aventurero; el aventurero se imagina a sí mismo como un hombre sedentario. Dentro de tres días, Milan tiene pensado ... [+]
5 de julio de 2009
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Anhelar, ansiar, amenizar el deseo. Llega un punto en toda vida que se piensa en llevar la suerte de otro, cómo sería la historia de uno mismo si no fuese él, al mismo tiempo que el ser de vida deseable detesta su existencia, imaginando otra contraria a la verdad.
Un hombre, ya maduro, llega a la estación, ese punto de encuentro con uno mismo, el lugar que siempre al pisarlo, hace que todo cambie, el mundo da vueltas más rápido mientras te encuentras en su interior, sangre latente, previa a un acontecimiento importante, el que siempre sucede, la despedida, la huída, el reencuentro, la plenitud o la soledad, todo cerca de las vías, donde con calma los trenes transportan a esas gentes perdidas o cargadas de satisfacción, camino de una nueva estación donde experimentar con la vida.
A este hombre nadie le esperaba tras las puertas, llegaba solo y la soledad le acompañaba, un tipo serio, taciturno, alguien a quien dejar en paz. En ese lugar hay otro hombre, ya macerado, se encuentra solo cuando no tiene algo que compartir, poeta, profeta, esperando la llegada de cosas mejores, con cierta ilusión, con algo de cansancio. Una necesidad perfila el conocimiento, una casual unión hace que estos dos hombres compartan techo y estrechas conversaciones donde uno habla, otro escucha dominando su paciencia, y de vez en cuando intercambian esas palabras que marcan la satisfacción de la sabiduría. Ambos reflexionan, ambos se buscan en el otro, encontrando un futuro que no ha llegado para ninguno, porque uno se guió hacia la aventura que no permite el descanso, el otro siguió la tranquilidad, el hogar estable, y ahora que tienen algo importante que hacer, algo que tal vez cambie sus vidas, se preguntan por momentos, con miradas, qué sería de ellos en un mundo paralelo, en lo que sería posiblemente un mundo mejor porque sería otro que no conocen.
También se preguntan, tal vez, si es demasiado tarde para cambiar, el buscar un nuevo rumbo, el probar... no existe el tiempo predeterminado, todos los días cambiamos, es probablemente la decisión la que frena, es con toda seguridad la situación de vivir un tiempo con la incertidumbre, la que hace dudar y arrastrar un tiempo la desdicha de seguir en su propia vida.
Los dos hombres siguen con lo que deben hacer, la madurez trae consigo responsabilidades irreparables, sólo les queda agradecerse haber compartido experiencias, palabras, placeres ajenos.
Un hombre, ya maduro, llega a la estación, ese punto de encuentro con uno mismo, el lugar que siempre al pisarlo, hace que todo cambie, el mundo da vueltas más rápido mientras te encuentras en su interior, sangre latente, previa a un acontecimiento importante, el que siempre sucede, la despedida, la huída, el reencuentro, la plenitud o la soledad, todo cerca de las vías, donde con calma los trenes transportan a esas gentes perdidas o cargadas de satisfacción, camino de una nueva estación donde experimentar con la vida.
A este hombre nadie le esperaba tras las puertas, llegaba solo y la soledad le acompañaba, un tipo serio, taciturno, alguien a quien dejar en paz. En ese lugar hay otro hombre, ya macerado, se encuentra solo cuando no tiene algo que compartir, poeta, profeta, esperando la llegada de cosas mejores, con cierta ilusión, con algo de cansancio. Una necesidad perfila el conocimiento, una casual unión hace que estos dos hombres compartan techo y estrechas conversaciones donde uno habla, otro escucha dominando su paciencia, y de vez en cuando intercambian esas palabras que marcan la satisfacción de la sabiduría. Ambos reflexionan, ambos se buscan en el otro, encontrando un futuro que no ha llegado para ninguno, porque uno se guió hacia la aventura que no permite el descanso, el otro siguió la tranquilidad, el hogar estable, y ahora que tienen algo importante que hacer, algo que tal vez cambie sus vidas, se preguntan por momentos, con miradas, qué sería de ellos en un mundo paralelo, en lo que sería posiblemente un mundo mejor porque sería otro que no conocen.
También se preguntan, tal vez, si es demasiado tarde para cambiar, el buscar un nuevo rumbo, el probar... no existe el tiempo predeterminado, todos los días cambiamos, es probablemente la decisión la que frena, es con toda seguridad la situación de vivir un tiempo con la incertidumbre, la que hace dudar y arrastrar un tiempo la desdicha de seguir en su propia vida.
Los dos hombres siguen con lo que deben hacer, la madurez trae consigo responsabilidades irreparables, sólo les queda agradecerse haber compartido experiencias, palabras, placeres ajenos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Tras la despedida, las obligaciones, lo que debe cambiar sus vidas en el camino que ya seguían, pero qué cruel el azar, que cambia los planes de todo el mundo, a veces, ahora mismo, para la extrañeza de una nueva vida, un intercambio de papeles, porque un hombre, distinto del primero, se sube a ese tren, atraviesa la estación, la que determina las novedades, para coger un tren lejano, buscar la aventura, mientras el otro hombre, no tan diferente del segundo, se queda con la tranquilidad, con la eterna reflexión. Nunca pronto, nunca tarde, siempre es un buen momento para hacer eso que se esperaba, tal vez un hombre llegado de un tren deba pasar por nuestras vidas para verlo claro.