Coja un papel caballero, que nosotros le vamos a dirigir hasta un hogar donde usted será espectador y espectáculo a un tiempo, convertido mediante hilos invisibles en una marioneta más de esta representación.

Sólo debe sentarse ahí y seguir atentamente los acontecimientos, usted será Fausto Fausto, un ser que ávido de conocimiento reescribirá su futuro al vender su alma al diablo, uno rojo, de cabeza rodante de madera, y tendrá de imprudente servil a Mefistóteles, barro omnipresente que transforma su aspecto desde el Yo Fausto hasta el Yo Demonio en sus intrigas.

Las habitaciones se suceden entre puertas que nunca llevan a un mismo lugar para dar paso a escenarios improvisados, creados de la nada, hombres de cartón-piedra, manos que mueven los hilos a su antojo, truenos de metal, expectación e incluso risas, en una libre representación de un doctor Fausto metido en el papel por azar, convirtiendo en pecado su vida, al actuar como dicta el guión de esta obra. No hubo telón que avisara, sólo el diablo tiene serviles tramposos y obstinados que convierten vida en teatro y todo se asemeja al fin de una función. No quedan más entradas.