Porque quién nos iba a decir que algún día veríamos a Jason Statham, alias granjero arrancando nabos de la yerma tierra de su poblado, en un intento por humanizar la piedra y reconocer que la fuerza interior está para algo, que la sensatez y la pasión se guardan para momentos más apropiados... siempre.

Ahora nos enfrentamos al videojuego, para avanzar por las ancestrales hazañas de tiempos inmemoriales y épicos como estos. El rey domina sus tierras, ¿pero cómo dominar las burlescas intenciones de sus súbditos más allegados? un sobrino que utiliza al todopoderoso mago Liotta, con rictus serio y un par de ases en sus holgadas mangas: confraternizar con la hija del mago del rey y reproducir Goblins (recién bautizados desde este momento, por el único nombre que me viene a la cabeza al ver este tipo de luchadores de barro) para destrozar regiones habitadas en las que saquear y hacer prisioneros.

Pero llega el encuentro, Granjero y Mago se cruzan en sus propios caminos, luchan y ambos pierden, uno la paciencia, otro la esposa, ahora sólo queda un largo recorrido que franquear para el encuentro final, en el que se decide quién se puede llevar los puntos extra y el poder. Y si por el camino existen unas cuantas luchas encarnizadas o pomposas siempre será un viaje más entretenido para el Granjero y los espectadores.

Porque hay batallas, soldados, seres mitológicos, bichos torpes y de mente unidireccional, patadas en el aire, golpes repetidos desde distintos puntos de vista, y un pequeño problema, cuando el granjero no está en escena, se le echa de menos, todo pierde fuerza. Ironicemos con el sentido estricto de la diversión, no todo es tan malo, sólo un poco extenso, Dungeon Siege tiene su propio homenaje, y hemos disfrutado de otro cuerpo a cuerpo entre Statham y Liotta. ¿Por qué pedir más?