Me pinté las uñas de rojo, uno oscuro, rojo vino... este simple gesto sólo tenía un significado: cuidado, no te acerques, puedo hacerte daño...

El siguiente paso fue elegir una película, de zombies, este era el único requisito exigido. Entre las malas y las muy malas me decidí por alguien de siempre, George A. Romero y una película de ahora, esta misma... ¿El error? Entre todas ellas, ésta en particular ya la había visto pero no lo recordaba. ¿El acierto? Qué más da, es una de zombies.

Al final he de reconocer que me parece genial que alguien decida que los zombies pueden desarrollarse, crear sus propios estratos sociales, elegir unos guías, todo de un modo muy zombie, claro...

El resto es la misma lucha de siempre, hay que matarlos, hay que sobrevivir, hay que huir en busca de un nuevo paraíso... muchos serán descuartizados por el camino, un pequeño silencio por ellos; otros agudizarán su ingenio dialéctico para dejar grandes frases tras de sí, porque entre la casquería fina no hay que olvidarse de reír...

El hecho de volver para ser héroes, la necesidad de formar un grupo nada uniforme, para demostrar carencias, rivalidades y el absurdo supremo de la existencia en esos límites de la realidad, son otros factores que no defraudan.

Con los años la técnica mejora, todo se vuelve más rojo, más oscuro, más decrépito y asqueroso, sin duda director, guionistas, maquilladores, efectos especiales, tienen claro cómo demostrar quién puede más en estas torturas visuales, cómo no pensar que se han pasado... algo inevitable.

Ahora me gustaría ver la siguiente parte, un poco más allá, en la que los zombies ya se han establecido, tienen unos líderes a quienes odiar, poseen casas, medios de transporte, y con la ínfima molestia de un parásito social, los vivos, que hambrientos son ahora quienes luchan de un modo desesperado por encontrar su lugar en el mundo.

Por lo demás objetivo cumplido, fue entretenido y no necesité utilizar el rojo como método de defensa.