Hace mucho, mucho tiempo y en una galaxia muy, muy lejana, comenzó un culebrón galáctico que terminaría por convertirse en una religión, la jedi. La curiosa definición de friqui, de la que nadie está a salvo, es aplicable casi a cualquier persona cuya frecuencia cardiaca se acelere por encima de 120 al escuchar el vuelo de un caza TIE o las primeras notas de la marcha imperial. No se trata de una buena o una mala película, creo que determinadas obras están por encima de la opinión de los expertos, y esta es sin duda una de ellas. Hay mucha gente que no la soporta, o ni siquiera quiere verla, y es tan respetable como haber ido al estreno de las nuevas películas vestido de soldado imperial, diversión a la que no me apunté en su momento pese a respetar la idea, pero precisa un porcentaje de frikismo superior al 20%, y yo me quedo en un mísero 10,3%. Es la historia de toda la vida, de héroes y villanos, de amores y venganzas, de luchas de poder, de la creencia en seres superiores, pero contada con la imaginación de George Lucas, la irrepetible banda sonora de John Williams y el siempre acertado Harrison Ford. Épico comienzo de una saga que ha marcado ya varias épocas. ¿Quién no ha querido desde pequeño un sable de luz?