“Más difícil todavía”. Steven Spielberg se ha lanzado a resucitar una trilogía que todo el mundo daba por terminada tras la última cruzada. Indiana Jones es mucho más que el nombre de un arqueólogo, remueve neuronas del pasado para la mayoría de nosotros, es una leyenda del cine de aventuras, y digo más, es un mito de la gran pantalla, un sombrero y un látigo con los que hemos crecido, reído y saltado de emoción a cualquier edad. El hecho de plantear una inesperada cuarta entrega suponía desde el principio dos verdades: una enriquecedora taquilla y una enciclopedia en blanco para recibir venenosas e ilimitadas críticas sanguinolentas. Jugar con el pasado de millones de niños, ahora adultos, es demasiado peligroso. Y así ha ocurrido, la crítica general está siendo aplastante. Igual ocurrió con la nueva trilogía de Star Wars. El público espera con impaciencia la vuelta al cine de sus ídolos, pero lo espera con algunas canas de más, y la película nunca alcanza el nivel ansiado durante tanto tiempo. Las imposibles acrobacias del Dr. Jones, que antes nos hacían abrir los ojos, hoy nos parecen exactamente eso, imposibles. Se critica el guión, se fusila a los protagonistas y se respeta a Harrison Ford, porque la verdad sea dicha, no se puede decir nada peyorativo de su enorme actuación, probablemente lo mejor de la película. ¿El resto? ¿Llega o no llega al nivel esperado? Por favor, es Indiana Jones… y ha vuelto. No hay crítica posible. The Rolling Stones son igual de grandes aunque Keith Richard ahora no acierte con ningún traste. Es cine para disfrutar, para sonreír, para olvidarse del mundo que la vida adulta nos descubrió. Hay un tipo de cine que trata de hacernos pensar, este no es el caso, es cine de aventuras, es Indiana Jones, sinónimo de recreo, deleite, entretenimiento y diversión, y no hay que buscar más. No es ni será la mejor obra de la historia, pero volver a reír con sus disparatadas historietas no tiene precio, para todo lo demás ni Mastercard ni víboras criticonas, quien busque algo más que se quede en casa porque seguro que se sentirá timado y defraudado.