Para pasar un rato no está demasiado mal. Pero tampoco hay que esperar que en ningún momento sorprenda porque no lo hace y sabes de sobra lo que va a pasar. Y probablemente sea al final cuando a Kiefer le aparece la oportunidad de redimirse lo peor de la película. Así nos encontramos ante unos de los mejores controladores de vuelos (Kiefer) que sufre un accidente. 5 años después (en los que Kiefer fue un alcohólico, insulto a varia peña, y dejo todo eso por el software) a Kiefer le vuelve la oportunidad de volver a trabajar allí ante unas fechas tan apretadas en las que aviones y más aviones sobrevuelan los cielos.

Richard Howard mete escenas que sobran. No importa demasiado ni interesa las breves escenas que se desarrollan dentro de algunos aviones, no importa nada el loco que está para psiquiatrico que trabaja allí de controlador de vuelos. Así en una noche en que habrá como debe ser un montón de problemas nos mete el director para una película escapista y demasiado tópica pero que se puede ver siempre que no sea con muchas expectativas. Los actores tampoco destacan viendo a un Kiefer pasable y a unos secundarios más o menos correctillos pero también algunos malillos especialmente un Robert Sean Leonard que está bastante flojo.

No demasiado recomendable aunque para una mañana o una tarde aburrido se puede ver.