Un relato tremendamente repetitivo, sensiblero y larguísimo. La primera parte de la película es sencillamente insoportable con el niño gritando campeón a su padre cada dos por tres, aunque este sea un gañan al que le gusta mucho la taberna y que incluso se apuesta el dinero de su hijo sin dudarlo. La parte con el caballo se me hace pesada. Eso sí, la última media hora si que a mí me parece mejor, más que nada porque está el combate de boxeo que tanto espero ver y que aunque no sea nada del otro mundo, por lo menos es más divertido que oír al crío.

En cuanto a las interpretaciones, los actores tienen que llorar un poco, pero no consiguen emocionarme ni siquiera un pizca, no me creo absolutamente nada de lo que le pasan y me interesan poco como acaben. Aún así, el trabajo que hace el pichabrava de Jon Voight es bastante interesante. No tanto el de Faye Dunaway. También cabe destacar que a Rick Schroder en la realidad le entro el espíritu de Errol Flynn dentro y que con solo 10 años ya el crío le daba al alcohol como nadie. Así su carrera no volvería a ser ya lo mismo, aunque logró sobrevivir gracias a series como “Policías en Nueva York”, “Silver Spoons” o actualmente en la sexta temporada de “24” con las que el actor obtuvo cierto éxito. Vamos que el crío si que era un auténtico “campeón”.

Así, que una dirección correcta pero algo tramposa y efectista de Franco Zeffirelli que va acorde con el sensiblero guión con el que cuenta, no hace sino empalagar la película aún más, algo que la película finalmente paga caro, ya que se hace muy pesada no en pocos momentos. Su película está más cerca de un telefilm bien hecho que otra cosa. Vamos, de esas que si ves un sábado por la tarde y te quedas durmiendo no pasa nada porque tampoco es que te pierdas nada interesante.
Eso sí, con Voight que está a la altura. Y menos mal que no se llevo a su hija Angelina al rodaje porque con el crío borracho y con el puterío que se respira en esa familia ya se hubiera liado una buena.