Si el volumen primero era rápido, violento y con toques orientales, en esta segunda parte primará la lentitud, el western y seguirá manteniendose la violencia, eso sí. Pero una violencia que va cobrando sentido (si es que la violencia tiene sentido!). En esta entrega se va cerrando el círculo que Tarantino abrió con su anterior precuela, se van atando cabos, y nos vamos acercando a Bill. Los diálogos que tanto echamos de menos en la primera parte, aparecen aquí con una serena dedicación. Su banda sonora sigue siendo excepcional. Y mención especial, sin quitar mérito a ninguno de los actores, merece Michael Madsen, un malo con carisma, con carácter, que es uno de los personajes menores tarantiananos más conseguidos. Un David Carradine. recuperado y encumbrado nuevamente por este resucitador de viejas glorias que es Tarantino, aparece por fin para dejarnos con la boca abierta, perplejos, ante una situación nada esperada en el film. Con esta película Quentin Tarantito nos muestra una vez más su infatigable imaginación para contar historias, y contarlas bien, nunca olvidando el cine del que mamó, siendo éste considerado por gran parte de la crítica cine menor. Esta película es un claro de ejemplo que refuta la tesis de que segundas partes nunca fueron buenas.