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Voto de Sibila de Delfos:
9
Fantástico. Aventuras. Drama En un mundo asolado por los pecados humanos, Noé, un hombre pacífico que sólo desea vivir tranquilo con su familia, recibe una misión divina: construir un Arca para salvar al mundo del inminente diluvio. Todas las noches tiene una pesadilla recurrente en la que puede ver la catástrofe provocada por ese diluvio, pero después el sueño termina con la reaparición de la vida en la Tierra. (FILMAFFINITY)
5 de abril de 2014
62 de 100 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de Darren Aronofsky siempre polariza y siempre es polémico. Siempre. Desde Pi hasta Cisne negro pasando por Requiem por un sueño, El luchador o La fuente de la vida, el neoyorquino siempre polariza a crítica y audiencia. unos ven a un genio incomparable y un maestro mientras otros lo consideran un pretencioso que se regodea en imágenes vacías de contenido y aires de grandeza. Pues bien, tomen eso y métanlo en una batidora. Añadan un personaje bíblico también presente en el Islam (porque ya saben... el cine religioso/bíblico siempre, siempre, siempre genera polémica porque siempre hay alguien que queda descontento por una razón u otra), aprieten el botón y... he ahí la mezcla perfecta para el escándalo: Noé.
Guste o no guste Aronofsky, enamoren o exasperen sus películas, hay algo que no se le puede negar y es que es un tipo que comprende el poder visual del cine. Sus películas son imagen pura, como ya demostró en las citadas La fuente de la vida y Cisne negro, y tiene un don para crear imágenes sobrecogedoras, bellísimas, que se quedan en la retina del espectador para siempre. Aquí, por supuesto, está ayudado por unos efectos visuales impresionantes que alcanzan su culmen, como no podía ser de otra forma, en la larga secuencia del viaje del arca, pero es Aronofsky el responsable de esos travellings vertiginosos de las narraciones de Noé o los animales poblando la tierra, o de ese color y ese movimiento de cámara que puebla la película y la hace tan única. Que nadie espere un peplum o cine bíblico tipo Los diez Mandamientos. Esto es cine espectáculo del siglo XXI, con más en común con Jerry Bruckheimer que con Cecil B. de Mille, y a ratos más cercano a Mad Max o Cormac McCarthy que a la epopeya de Charlton Heston (atención al comienzo con esos paisajes desérticos y esos humanos asalvajados) .
Lo que ya es más difícil de ver y muchos no compartirán es el alma que tiene la película. Noé es una película en la que el apabullante despliegue visual se ve si cabe eclipsado por una pasión narrativa sin igual y una historia que apasiona a su director y acaba apasionando a la platea. Es una narración visceral, arriesgada, con la que sabían que iban a levantar muchas ampollas entre los más fanáticos de varias religiones, y aun así ahí está. Noé es una historia de supervivencia, sí, pero también una oda a la naturaleza, una reflexión sobre el poder y la corrupción y una o varias historias de amor. Y en todas esas facetas triunfa porque hay una conexión inmediata entre público y personajes, y eso es así porque el guión alcanza unos niveles de emoción que hacía mucho que no se veían en una película de medios tan grandes. He ahí secuencias como la historia que Noé cuenta a sus hijos acerca de la Creación, toda la última parte del viaje en el Arca, la relación de la familia con los Vigilantes o el peligroso lazo entre Cam y Tubal-Cain, momentos absolutamente maravillosos que entroncan directamente con ese gran cine clásico de Hollywood con el que la película no tiene nada en común en lo formal y visual, pero sí en su fondo, a pesar de lo que puedan decir algunos. Y encima, con ese reparto gigantesco que tiene Aronofsky, poco espacio más puede haber para la queja. Russell Crowe y Jennifer Connelly forman una gran entente desde Una mente maravillosa (son quizá la mejor pareja artística el uno del otro), pero aquí rozan lo excelso. Juntos son el amor en todo su esplendor, ese amor que nunca se marchita pero sí evoluciona para bien y para mal. Por separado, el neocelandés está enorme en todas las facetas de Noé, el padre cariñoso, el siervo de Dios (ese gran ausente por su nombre y sin embargo omnipresente) y el cruel ejecutor lleno de demonios, mientras que Connelle demuestra una vez más que podría emocionar hasta a las piedras si se lo propusiera (atención a la escena en que Naameh recrimina a Noé lo que se propone hacer con unos inocentes). Y qué decir de Emma Watson, que forma junto a Mia Wasikowska y Jennifer Lawrence el tridente de oro de las actrices menores de 25 años del planeta, soberbia en su recreación de una joven que ha de madurar por amor y obligación antes de tiempo, o del cada día más interesante Logan Lerman (aunque le ha tocado bailar con la más fea... el personaje de Ham es ciertamente irritante), o de un Douglas Booth que aporta serenidad y aplomo.
Noé. Un Noé muy humano que, sospecho, es lo que tanto está molestando y molestará a algunos. Fuera prejuicios. Es cine de primerísima categoría. Es desde ya una de las mejores películas del año.

Lo mejor: Casi todo, y muy especialmente la emoción y pasión que desprende la narración y las interpretaciones de todo su reparto (especialmente Crowe, Connelly y Watson)
Lo peor: Es posible que le sobren unos diez minutos en su segundo tercio, desde que la familia construye el arca hasta que comienza el diluvio.
Sibila de Delfos
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