Una nota antes de empezar la crítica: Malos tiempos para El Royale no está rodada realmente en el maravilloso Lago Tahoe, sino en Canadá. Sólo por curiosidad, para los que hayan visitado tan impactante lugar entre California y Nevada.
Drew Goddard, socio preferente de Joss Whedon y J.J. Abrams durante años, dirige su segunda película tras la curiosa La cabaña en el bosque, convertida sin duda en una cinta de culto. Esta vez, apuesta sin miramientos por rodar uno de los filmes más "tarantinianos" que jamás se hayan estrenado y que, por supuesto, no pertenecen a la filmografía del propio Tarantino. Algo parecido pasaba con la injustamente olvidada ¿Quién es Cletis T?, por cierto, otra cinta de suspense muy del estilo del autor de Reservoir Dogs. Así, Malos tiempos en El Royale presenta una trama enrevesada, con saltos en el tiempo, narración discontinua, muchos y estrafalarios personajes y violencia desatada en algunos momentos, y el resultado es curioso e interesante, pero también desigual. Su principal problema es que es eterna, se hace muy pesada y le sobra metraje por todos lados. De igual modo, por mucho que Goddard tenga agallas y haga los deberes, Tarantino sólo hay uno, y el nivel que alcanza la historia no se puede comparar al de la filmografía del bueno de Quentin, o para el caso, tampoco con la de los hermanos Coen, que también podrían haber escrito y dirigido semejante locura (en el buen sentido).
En definitiva, una película correcta, con excelentes actores (atención al trabajo de Jeff Bridges y Jon Hamm), pero que en modo alguno es esa obra maestra que algunos han querido ver por ahí. Ni por asomo.