Vikings es una excelente propuesta de televisión, sobre todo para los que disfruten con las historias épicas ambientadas en tiempos remotos, de guerreros, reyes, luchas, armas, amores y rivalidades de todo tipo. Michael Hirst vuelve a demostrar su buen hacer como creador y guionista con esta historia que tiene todos los elementos para triunfar: luchas, ambiciones, mucha acción y violencia, hombres y mujeres guapos, intrigas... y excelentes actores. Aparte del excelente acabado visual de la propuesta (los decorados y vestuarios son de una perfección apabullante, y los escenarios naturales aportan mucho realismo; de igual forma, las batallas están muy bien rodadas y no abusan de la cámara lenta), los actores son uno de los puntos fuertes de esta serie. Desde un fantástico Travis Fimmel que borda las luces y sombras de Ragnar (pocas veces antes un tipo tan poco recomendable, tan cruel y tan sinvergüenza había caído tan bien) hasta un breve pero majestuoso Gabriel Byrne, todos los intérpretes brillan a un gran nivel. Especialmente meritorias son las presencias de Katheryn Winnick, fantástica, y George Blagden, muy alejado de lo que hizo en Los Miserables y absolutamente encantador como el noble monje Athelstan.
Sin embargo, la serie no consigue emocionar y entusiasmar como otras, o como los Tudor y Juego de Tronos, que son sus dos referentes más claros, y eso ocurre porque la historia no consigue generar una tensión irresistible que deje al publico hambriento de más. Sí, engancha lo suficiente como para querer terminarla, pero le falta una verdadera intriga y unos personajes menos estereotipados para ganar en trascendencia y calidad narrativa. Sin embargo, la obvia tendencia ascendente según avanzan los capítulos deja margen para que la segunda temporada sea mucho mejor y otorgue a la serie el sobresaliente que sin duda merecería si tuviera un poquito más de sangre en las venas a la hora de contar la historia.
Aun así, muy buena propuesta y muy buenos resultados.