Mantícora es una película controvertida, como siempre lo es el cine de Carlos Vermut.
Y no lo es porque dulcifique o disfrace lo que es Julián, su protagonista (no se dejen engañar por los comentarios de que hace una visión romántica de la situación, que aquí no vamos a desvelar), sino porque sí existe una cierta empatía con un ser que, sí, es un monstruo, pero lo sabe, es consciente de ello y también sufre. Esos ataques de ansiedad, ese dolor que transpira por cada poro de su piel es la reacción lógica de alguien que se desprecia profundamente, cita salud mental empeora a cada paso, pero que sigue adelante, despreciable y sin justificación alguna.
No obstante, Vermut retrata todo esto con enorme sensibilidad, mucha inteligencia y una técnica como cineasta para enmarcar (ver el plano del espejo en el hospital). Además, es su película más accesible, más comprensible y menos extravagante, muy perturbadora como también lo eran la fantástica Quién te cantará y la magistral Magical Girl, pero más suave y cercana. Y eso es gracias a la historia de amistad y amor entre Julián y Diana, dos almas solitarias que se necesitan y se buscan, en la cama y en la calle, y en la vida, porque apenas tienen otra cosa a la que agarrarse. Una historia hermosa, muy hermosa, por lo menos hasta que llega la revelación del secreto del protagonista.
Por supuesto, buena parte del mérito es también de Nacho Sánchez. Decir que está excelso es quedarse muy corto. Si Julián nos resulta cercano e incluso nos despierta empatía es por sus ojos, por sus palabras casi murmuradas, por esas miradas huidizas, por ese dolor que transpira su cuerpo casi pidiendo a gritos que nadie le mire ni hable. Un trabajo sensacional. Junto a él, Zoe Stein, que ya estuvo fantástica en la segunda temporada de La Caza, Tramuntana, realiza también una interpretación excelente, con la difícil misión de representar al espectador, engañada y viviendo una historia muy diferente de la que ella cree. No hubiera desentonado en absoluto en cualquier terna de nominadas a premios
De lo mejor de la ya de por sí excepcional cosecha de cine español de 2022. Una película fascinante y magnífica.

Lo mejor: Zoe Stein y sobre todo un maravilloso Nacho Sánchez, y la inteligencia y sensibilidad con que está escrita y dirigida.
Lo peor: Le falta un paso más para ser excelsa, y es un ritmo algo más ágil en el segundo acto.