Una pena que La habitación de Marvin pierda un poco el paso y el ritmo en sus últimos veinte minutos (aunque incluso en esos momentos presenta una secuencia extraordinaria, como es toda la final entre las dos hermanas y con su padre en última instancia) y sobre todo que sea tan tópica y cuente una historia tan vista (¿cuántas películas hay sobre familias distanciadas que reconectan por la enfermedad de uno o más miembros?), porque la emoción que desprende su guión y la excelencia de su reparto merecían quizás un poquito más de riesgo. A pesar de ello, la película es realmente buena, un ejemplo de esa conjunción astral entre actores y diálogo que debería ser la esencia de todo el cine. Es emotiva, es entretenida, dura lo que tiene que durar para no hacerse larga y está interpretada por actores en estado de gracia. Desde Leonardo Di Caprio hasta una breve Margo Martindale pasando por Robert De Niro, todos están soberbios. De Meryl Streep ya no hay nada más que decir, pero nunca deja de asombrar su poderosísima mirada y su capacidad para humanizar todo tipo de personajes, incluso cuando no son muy agradables de inicio, como su Lee.
Pero por una vez en su carrera (una de las pocas veces, vaya), Streep no es el principal atractivo ni la actriz que mejor está en la cinta. La habitación de Marvin es Diane Keaton. Tal cual. La protagonista de Annie Hall realiza una de las mejores interpretaciones de su carrera en la piel de la servicial y sacrificada Bessie, provocando sonrisas y lágrimas a veces incluso al mismo tiempo en un arco dramático memorable.
Es la guinda de gran pastel

Lo mejor: El reparto.
Lo peor: Es enormemente convencional, la historia está ya muy vista y va de más a menos.