El problema de la saga Rocky es que todas las películas son más o menos lo mismo. De hecho, casi todas, incluidas las dos de Creed (para quien esto firma, las mejores de la saga junto con la primera y mítica Rocky), suelen tener incluso la misma estructura: el protagonista lucha en un combate, pierde, y tras un periodo de recuperación e introspección en el que, por supuesto, se plantea muchas cosas sobre su vida y por qué está en el mundo, vuelve triunfante y vence en un segundo y definitivo combate.
En esta ocasión, encontramos a Rocky de nuevo enfrentado a su archi- rival Apollo Creed. La cosa tiene su interés, teniendo en cuenta que es secuela directa de la primera parte y todo lo que en ella ocurre tiene que ver con el épico primer combate entre Balboa y Creed, y cómo concluyó aquel.
Todavía no había degenerado la saga en aquel 1979 en lo que después se convertiría, sobre todo en su tercera y quinta entrega, y se deja ver bien, sobre todo para los más fans de Stallone y el deporte del boxeo. Aceptable.