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Voto de Sibila de Delfos:
9
Drama En los asfixiantes pasillos de la Estación Central, en Río de Janeiro, una antigua maestra se gana la vida escribiendo las cartas que le dictan los analfabetos. Endurecida por la soledad y por la adversidad, Dora ha ido cayendo en una estoica indiferencia. Sin embargo, cuando una de sus clientes muere atropellada a la salida de la estación, decide hacerse cargo de su hijo y llevarlo a casa de su padre en una remota zona del nordeste de Brasil. (FILMAFFINITY) [+]
27 de abril de 2013
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya se sabe que, cuando en una película los personajes emprenden un viaje, rara vez se trata de un viaje puramente físico. Siempre hay algo detrás, una búsqueda, una peripecia vital, una travesía a lo más profundo del alma de quienes realizan el viaje. Estación Central de Brasil no es una excepción a la regla.
Con enorme acierto, Walter Salles filma una tierna, divertida y emotiva road movie, acerca de dos personajes que, a pesar de su diferencia de edad, comparten el mismo estado vital de soledad y pérdida en un mundo en el que no encuentran sitio. Su interacción y la insólita amistad que desarrollan es no sólo entrañable, sino vehículo para mostrar la cara más amable y solidaria de un país, Brasil, a menudo noticia por su cara más amarga. Todas y cada una de sus escenas, además, están maravillosamente escritas y rebosan humanidad e inteligencia en las palabras que utiliza Salles para retratar a tan peculiar pareja.
En ocasiones, a Salles, sin embargo, se le va de las manos el ritmo. O mejor dicho, no sabe gestionar bien los minutos de metraje de que dispone. Si bien la relación entre Dora y Josué está ejemplarmente construida, otras hubiesen necesitado de más minutos en pantalla para resultar igualmente satisfactorias. Es el caso del episodio entre César y Dora, que no resulta tan impactante en su resolución como pretendía Salles. En ocasiones, la narración se le atropella demasiado al realizador, y todo sucede demasiado deprisa.
Un mínimo fallo en una película casi redonda, dominada de principio a fin por el desparpajo de Vinicius de Oliveira (entonces un niño de tantos que trabajaba en la calle y que llamó la atención de Salles... y vaya ojo tuvo el realizador de Diarios de motocicleta, porque Oliveira es un prodigio de emoción y carisma:atención a sus miradas en las escenas con sus hermanastros) y el espectáculo sobrecogedor que ofrece Fernanda Montenegro. Ganadora del Oso de Plata en Berlín y nominada con todo merecimiento al Oscar, la actriz carioca hace lo que en manos de otra intérprete menos dotada hubiese sido imposible: que su Dora, amargada, gruñona y mentirosa, que empieza la película de vuelta de todo y siendo prácticamente una delincuente, acabe resultándonos encantadora, muy simpática, digna de lástima y merecedora de nuestra admiración. Todo a la vez.
En definitiva, cine brasileño hecho para el mundo, todo corazón y alma. Como el viaje de Dora y Josué.

Lo mejor: Fernanda Montenegro, Vinicius de Oliveira y la emotividad y ternura del conjunto.
Lo peor: La narración se atropella y acelera mucho, sobre todo en sus primeros cuarenta minutos.
Sibila de Delfos
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