Definitivamente, quien se siga atreviendo a decir aquello de "el cine español es muy malo, siempre es igual, sólo hay violencia, tetas y cosas raras"... no sabe de lo que habla, no se entera de la misa la mitad... o no se quiere enterar, que es peor.
Alberto Rodríguez tiene la respuesta a los absurdos complejos del cine español, y sobre todo de espectador español.
Sólo hay que fijarse en ese comienzo trepidante, esa persecución por los tejados sevillanos, en la que Rodríguez no sabe si quiere ser Tom Tykwer, Tony Scott o Christopher Nolan en aquella persecución memorable en Mombasa, para darse cuenta de que Grupo 7 es una rara avis de nuestra filmografía, una película valiente y arriesgada.
Sorprende la pericia del realizador con la cámara, por esas escenas de acción que nada tienen que envidiar a Bond o Bourne, por muchas imágenes poderosísimas que rueda Rodríguez (ver el plano rotatorio de Ángel, pistola en mano, en el patio), y por ese sabor de cine de autor que sigue manteniendo. no es una película mainstream, no es un encargo de un gran estudio. Es Alberto Rodríguez haciendo la película que quiere hacer...
... y bien que puede, porque el guión, aunque comienza flojeando y sufre de altibajos en el interés de las escenas, madura poco a poco, dorando la píldora sin prisa pero sin pausa, para que nos la traguemos al final con sumo gusto. No hay más que ver la perfección que se alcanza en la última media hora, y muy especialmente en esa secuencia que no detallaré en la que al Grupo 7 le hacen... lo que le hacen.
Qué decir a estas alturas de Antonio de la Torre, uno de esos actores totales, todoterreno, que igual te hace un hombre encantador que un cabrón corrupto y violento como aquí, pero siempre con su corazón, con sus sentimientos, humano. Y qué maravilloso es comprobar que Mario Casas es un actor al que se juzga (juzgamos) injustamente muchas veces por su condición de sex-symbol de adolescentes. Aquí demuestra a base de carisma y talento (qué miradas intercambia con Inma Cuesta en la escena en que discuten) que puede llevar el peso de una película sin despeinarse, y continuar cayendo simpático incluso cuando su personaje es un trepa.
Una cinta brillante, de las que dejan con ganas de más, valiente, arrojada y muy bien hecha.

Lo mejor: La realización de Alberto Rodríguez, la madurez del guión, Mario Casas y Antonio de la Torre.
Lo peor: El personaje de Inma Cuesta es bastante pegote, y el interés por las diversas escenas es muy irregular.