El hijo de Saúl es una buena película, sin duda. No por casualidad, ganó el Oscar a Mejor Película Extranjera en su año.
Sin embargo, es que es tan difícil innovar y sorprender cuando se hace una película sobre la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto y Auschwitz... Parece que está todo contado, y quizás así sea.
En esta ocasión, László Nemes nos cuenta la historia de un Sonderkommando que emprende una peligrosa cruzada para proteger y enterrar dignamente el cuerpo de quien cree que es su hijo, retirado por él mismo de la cámara de gas. Y sí, sin duda la película tiene escenas impactantes (el final...) y el horror ante la barbarie nazi es real y siempre sobrecogedor, pero por otro lado hay una sensación de dejà vu y de que ya lo hemos visto y sufrido todo antes, que no deja que el espectador recuerde esta cinta como algo realmente memorable o magistral.
Notable, siniestra, llena de amor y humanidad de un padre por su hijo y de un judío por su gente, pero lastrada por la falta de relevancia y originalidad.

Lo mejor: Impacta, sin duda.
Lo peor: Nos suena ya a vista.