Correctísima adaptación de Tim Burton de la novela del maestro Roald Dahl. La película es un continuo derroche de fantasía e imaginación, como es habitual en Burton y Dahl, y está llena de buenas intenciones, entretenimiento para todos los públicos y espíritu navideño, de ese que tan bien venden los anuncios. La verdad es que no deja de resultarme curioso que estrenasen en verano algo tan invernal y familiar.
Sin embargo, hay cosas imperdonables, como las ridículas cancioncillas que aparecen cuatro o cinco veces a lo largo del metraje, o el bajón de ritmo que ocurre cuando los niños entran en la fábrica y que se prolonga como quince minutos un poco insoportables. Pero gracias a Dios, el guionista John August se recupera después de ese rato flojito y vuelve en plenitud de facultades al final para insertar la moraleja y el mensaje pro-familia. Ésto no tiene nada de malo, porque además, los trozos ambientados en el mundo de Charlie son excelentes y es precisamente ahí donde se ve con mucha claridad el don que tiene Tim Burton para contar historias conmovedoras entre fenómenos extraños. Pero es sin duda una obra menor en la carrera de un enorme director.

Lo mejor: Todo el trabajo técnico, sobresaliente como es habitual en las películas de su director, y todo el comienzo y el final. Y por supuesto, Freddie Highmore y Helena Bonham Carter.
Lo peor: El bajón de ritmo una vez la acción se traslada a la fábrica, y lo irritante que resulta el personaje de Willy Wonka, ayudado por el histrionismo desatado de Johnny Depp, que de vez en cuando necesita control por parte de su director (cosa que no tiene aquí ni en las secuelas de Piratas del Caribe).