John Singleton se convirtió, con apenas 24 años, en el director más joven en ser nominado al Oscar por Los chicos del barrio. A día de hoy, todavía mantiene ese record.
Vista hoy, lo cierto es que tal honor sorprende, pues la película no tiene nada de especial desde el punto de la vista de la dirección. De hecho, el tono que imprime Singleton a la realización (y la fotografía de Chuck Mills) son demasiado luminosas para la historia que se nos está contando, y tampoco es que el autor de 2 Fast 2 Furious (qué decadencia...) sea un Spielberg del plano.
Con todo, Los chicos del barrio, aunque no sea tan buena como se dijo en su día, sí es un notable retrato de la vida en Los Angeles, la otra cara de la moneda, se entiende, esa que no sale en la prensa del corazón, que no visitan los turistas y que no organiza galas de premios elegantes llenas de famosos. Esto es el Los Angeles de las bandas, la droga, el crimen, las infancias perdidas, las familias desestructuradas, los Crips y los Bloods, la falta de ilusiones y las nulas oportunidades. Es la vida de Tre, Ricky y Doughboy, a quienes dan vida con enorme acierto unos jovencísimos Cuba Gooding Jr, Morris Chestnut y Ice Cube (este último recién salido entonces de los Niggaz With Attitudes, NWA para los entendidos, padres fundadores del gangsta rap americano), y se nos muestra en pantalla con crudeza, realismo y también cierta esperanza. Además, está Laurence Fishburne en una interpretación fabulosa también, como cara más conocida de un reparto donde también están Angela Bassett o Nia Long.
Notable drama para conocer un poco mejor la realidad de muchos barrios y vidas de la ciudad de los sueños.

Lo mejor: Su realismo y sus actores
Lo peor: No es una obra maestra