Que a nadie le sorprenda que, en el año del Black Lives Matter, esta película y la bélica Da 5 Bloods acaparen unos cuantos premios. Es el signo de los tiempos.
Algo nos dice que, este año, los Oscar (y antes de ellos, todos los demás galardones) vana premiar especialmente a mujeres y a afroamericanos, por lo que La madre del blues tiene todos los números para colarse en todas las quinielas.
Y sin duda la película no tiene nada de malo. De hecho, es bastante notable. En algunos aspectos, como por ejemplo el vestuario o la dirección artística, es de hecho sobresaliente. Se nota mucho, eso sí, que es una obra de teatro en su origen, pero sorprendentemente ese carácter teatral marcadísimo (los monólogos, pocos personajes, los diálogos) funciona a favor de un relato entretenido y lleno de emoción. Además, como decimos, en los tiempos que corren, se nos cuenta la historia de una de las pioneras del blues, música negra por excelencia, que encima es bisexual o directamente lesbiana. Atención al cóctel feminista + lgtb+ derechos civiles.
Entre los actores, obviamente destacan Viola Davis y Chadwick Boseman. Ambos van a estar nominados a todo, y será algo justo, y el llorado protagonista de Black Panther muy probablemente va a ganar, porque a Hollywood le encantan los premios póstumos, y si encima es un actor negro, en este año, ya es cosa casi segura. Cabe preguntarse, ¿merece Boseman estar entre los nominados? Sin duda alguna, porque su trabajo es excepcional. ¿Hubiera ganado en otro año y si siguiera entre nosotros? Pues nunca se sabe, pero probablemente no. Las cosas como son.
En definitiva, una película que no es de las mejores del año, pero sí es única y llena de emoción.

Lo mejor: Chadwick Boseman, excelente, y todo el diseño de producción.
Lo peor: Es más una película del momento que vivimos.