Carlos, Rey Emperador nace a la sombra del enrme éxito artístico y de audiencia de Isabel, y sin duda el parentesco se nota. El equipo es el mismo, el estilo también, y su exquisito gusto permanece. Carlos es una serie elegantísima, en la que el trabajo técnico brilla enormemente (nada que envidiar al de cualquier serie extranjera), los diálogos rezuman inteligencia y calidad y hay un desfile constante de actores excelsos incluso en los papeles más pequeños (los mejores, Eusebio Poncela, Laia Marull, Helio Pedregal, Nathalie Poza, Félix Gómez, Ramón Barea, Joan Crosas y José Luis García-Pérez). La serie, para quien le interese la historia, es sin duda muy interesante y cumple con su doble función de recoger el recorrido de los personajes históricos con fidelidad y a su vez humanizarlos, ahondando en sus problemas, pasiones, virtudes y defectos. También Álvaro Cervantes y Blanca Suárez realizan unas buenas interpretaciones, sobre todo él, seguramente las mejores de su carrera hasta la fecha.
El problema viene, sin embargo, de base. La historia de Carlos es de por sí menos interesante que el reinado de sus abuelos los Reyes Católicos, y contra eso no se puede hacer nada. Además, sufre el mal endémico de las series españolas, que es esa duración exageradísima que obliga a meter relleno y más relleno, propiciando el que es el peor defecto de la serie, su ritmo a ratos tan contemplativo (otra forma de decir "lento"). Además, hay algunos actores, como Marina Salas o sobre todo Eric Balbàs, que simple y llanamente no están a la altura de la regia factura de la serie.
Aun así, un producto notable, muy superior a la media de lo que se hace en la televisión habitualmente.

Lo mejor: Su exquisito gusto en la combinación de actores (casi todos), trabajo técnico (espléndido) y corrección narrativa (notable).
Lo peor: El ritmo es algo contemplativo y la historia en general es menos interesante que la de Isabel.