Pocas veces una película ha generado tanta polémica como en su día generó J.F.K.: Caso abierto. Pero claro, uno no puede ponerse a teorizar sobre el asesinato de Kennedy y salir indemne. Estamos hablando de uno de los hecho más importantes, cruciales y, por supuesto, misteriosos de la historia reciente de la Humanidad.
Oliver Stone mezcla historia y teorías conspirativas (de ahí la polémica) en una película de alto voltaje, con un excepcional montaje premiado con el Oscar, muy merecidamente, ya que mezcla de forma brillante escenas reales y escenas actuadas, dando un aire de documental a la película. Quizás se trata de la cinta más representativa del cine político, y sin duda, una de las mejores, si no la mejor.
Es lógico que, teniendo en cuenta que dura casi tres horas, el ritmo sufra altibajos y, por supuesto que es excesivamente larga y podría haber sido fácilmente media hora más corta, pero se trata de un relato vibrante, magníficamente rodado por Stone y con un desfile de caras conocidas y excelentes actores. Tommy Lee Jones realiza una excepcional interpretación como Clay Shaw, mientras que Kevin Costner demuestra que fue único en los 80-90 para dar vida a este tipo de hombres duros pero honorables y siempre del lado de la ley.
En definitiva, una película más que notable sobre un hecho que, todavía hoy, sigue levantando ampollas y propiciando todo tipo de teorías sobre cómo y por qué ocurrió.