De amor y monstruos es un gustazo. Hacía mucho tiempo (y más en estos tiempos pandémicos en los que no se puede ir al cine, o no como antes, al menos, y las carteleras apenan exhiben unas pocas películas) que no veíamos una película de aventuras que proporcionara un disfrute tan absoluto y sano.
Michael Matthews, cineasta sudafricano, dirige su primera gran producción de Hollywood, y lo hace a lo grande, rindiendo homenaje a un estilo ochentero de hacer cine de aventuras y ciencia-ficción. Hay una inocencia, una nostalgia y una sencillez (que no simpleza) en su argumento y su narración que la sitúan en parámetros parecidos a los grandes clásicos que veíamos los que tuvimos la suerte de crecer en los 90 y 90, y eso siempre es una buena noticia. Además, la película es enormemente entretenida, la historia resulta interesante, y tiene además capacidad para transmitir una emoción necesaria para empatizar con la historia de Joel y estos otros supervivientes de un mundo invadido por animales de sangre fría convertidos en colosales monstruos.
Los efectos visuales, nominados al Oscar son fantásticos también, per sin duda lo mejor es esa sensación que deja de estar viendo algo muy bien hecho con el propósito de entretener y contar una historia que, anticipamos, va a quedarse en la memoria de muchos espectadores. Además, la película aprovecha muy bien el carisma de Dylan O'Brien (felizmente recuperado del gravísimo accidente que sufrió rodando La cura mortal, última entrega de la saga El corredor del laberinto, y que bien pudo haberle costado la vida), un actor perfecto para este tipo de personajes de buen chico sobre cuyas espaldas recae el peso de liderar y convertirse en reticente héroe.
En definitiva, una excelente propuesta de aventuras que hubiera sido perfecta para disfrutar en el cine con unas buenas palomitas y que supone una buena muestra de cine de aventuras bien hecho y con sabor clásico/ ochentero.

Lo mejor: Su entretenimiento, los fabulosos efectos visuales, su capacidad para resultar emocionante (ver todo el epílogo, con esa narración en off, y las imágenes que acompañan de los supervivientes tomando una importante decisión) y el carisma de Dylan O'Brien.
Lo peor: Obviamente no es una obra maestra, y los personajes secundarios podrían haber sido más interesantes.