A estas alturas,escandalizarse porque Bernardo Bertolucci es un provocador no tiene mucho sentido. No cuando hablamos de alguien que ha filmado El último tango en París o Novecento.
El realizador, fallecido en 2018, parecía despedirse del cine en 2003 con Soñadores (aunque después llegaría Tú y yo, su última cinta como director), una propuesta transgresora que se ambienta en el Mayo del 68. ¿Cuál es el problema? Pues que la revuelta estudiantil por excelencia le importa tres pepinos a Bertolucci, a pesar de que le dedique algunas escenas y el final, sin duda lo mejor de una cinta enfermiza y manifiestamente desagradable. La historia, los personajes, la dimensión supuestamente social, todo queda supeditado al festival de sexo a tres, fluidos de diversas procedencias e imágenes directamente asquerosas que aparecen por la pantalla. Y no se trata de ser puritanos, no me entiendan mal. Hay multitud de películas y series que han demostrado que se pueden poner en pantalla escenas de sexo muy buenas, bien filmadas y, sobre todo, con un sentido dentro de la narración. Pero l oque hace Bertolucci en Soñadores es sencillamente desagradable, y cuando nos quiere vender que supuestamente nos está contando una historia y desarrollando unos personajes, ya no cuela. Ni siquiera por mucho que se esfuercen los actores, y en especial una hipnótica Eva Green en su debut como actriz.